Muchas personas suelen asociar la adopción de vestuarios y comportamientos propios del sexo opuesto con conductas sexualmente desviadas. Sin embargo, en la actualidad un grupo de artistas de locales nocturnos caraqueños adoptan el transformismo sólo como expresión artística
Fabiana López Berra
Frecuentemente se ha asociado el transformismo con las desviaciones en cuanto a la identidad sexual, pero en la actualidad personas de distintas edades y sexos asumen el transformismo como una forma de expresión artística comparable al teatro, en el que asumen los roles del sexo opuesto con el fin de entretener a un público que acude a ciertos lugares nocturnos como quien acude a una obra de teatro o al cine.
En algunas culturas el transformismo ha sido considerado como una disciplina artística. En Japón, por ejemplo, el teatro Kabuki del siglo XVII era representado en sus inicios exclusivamente por mujeres, que interpretaban tanto roles femeninos como masculinos; posteriormente, por razones de celos sociales, a las mujeres se les prohibió continuar haciendo este tipo de teatro y fueron los hombres quienes lo asumieron, interpretando igualmente personajes tanto masculinos como femeninos. Asimismo, en la Inglaterra del siglo XVI los actores de teatro asumían papeles masculinos y femeninos indistintamente, debido a que sólo los hombres podían actuar en las tablas. Estas representaciones no se asociaban con problemas de identidad sexual.
Pero con el paso de los años esta expresión artística fue relacionándose cada vez más con problemas de identidad sexual. Este fenómeno ha sido estudiado por psicólogos y sexólogos del ámbito mundial, que han clasificado la conducta transformista como una expresión comportamental sexual mínima, en la que se toman elementos identificatorios del sexo opuesto para un fin específico.
El sexólogo Juan José Moles afirma que dentro del comportamiento que emiten las personas en un contexto sexual, entendido el sexo como género (masculino y femenino), hay diversas expresiones comportamentales que él clasifica en diferentes grados según su intensidad: expresión comportamental mínima, expresión comportamental acentuada, expresión erótico-sexual a nivel de fantasía, expresión erótico-sexual mínima, expresión erótico-sexual preferida, expresión erótico-sexual predominante y expresión erótico-sexual exclusiva.
Las dos primeras categorías no se insertan dentro de la actividad erótico-sexual del ser humano, ya que el acto sexual no está incluido dentro de las conductas relacionadas a la feminidad o masculinidad que se estudian en las mismas. Justamente dentro de estas categorías se inserta el transformismo, expresión comportamental que Moles define como: “La adopción de conductas y vestimentas propias del género contrario que se realizan en un momento determinado con un objetivo específico, sin ningún tipo de intención erótico-sexual en el acto”.
La definición de Moles coincide con lo que ciertos artistas del transformismo afirman que hacen en sus espectáculos: se transforman en mujeres para realizar shows de bailes y comedias en los que no sólo se ven como féminas sino que se asumen como tales mientras dura el espectáculo.
Parchita de noche, Luis Peroza de día
El 22 de junio de 1989, Luis Peroza debutó como transformista. Todas las noches se viste de mujer y encarna a Parchita para realizar comedias frente a una audiencia que espera siempre lo mejor de él y por la que se esfuerza siempre en dar lo mejor de sí: “me gusta instruirme en el personaje que voy a hacer para después exteriorizarlo al público. Dependiendo del tipo de trabajo que ejecute esa noche, estudio el personaje para que la gente vea algo que es una copia pero que se asemeja mucho al artista original. También hago comedia para que la gente se divierta y pase un rato muy ameno”.
Peroza afirma que siempre tuvo la inquietud de vestir como mujer y ser una gran estrella. Pero lo que realmente lo impulsó a practicar el transformismo fue un desquite contra su ex pareja: “Lo hice como una venganza, porque él odiaba todo eso de que yo me vistiera de mujer y yo me frenaba por eso. Luego cuando él me hizo algo malo dije ‘bueno ésta va a ser la venganza’, porque yo sabía que él odiaba esto”.
Aunque se siente artista en muchas otras formas, Peroza explica que su mayor logro lo consiguió con el transformismo: “Vestirme de mujer es un trabajo. Yo me siento artista en otras formas. Yo soy maquillador, soy creativo pero la gente te relaciona por vestirte de mujer y te reconoce en las calles. Por eso te digo que mi mayor éxito artístico ha sido Parchita”.
Mercury, un artista exclusivamente transformista
Erick Peraza llegó al transformismo por satisfacer una curiosidad que le estaba rondando la cabeza desde hacía mucho tiempo: “Yo soy bailarín y me llamó la atención eso de saber qué se siente hacer el baile como mujer o interpretar algo de mujer. Un buen día me atreví y lo hice, pensé que lo iba a hacer sólo por esa vez y fíjate ya tengo dos años interpretando a Mercury”.
Para Peraza ser artista es sinónimo de ser transformista, ya que sólo se siente artista cuando asume su rol de fémina: “Cuando me visto de mujer, estoy feliz, me siento fabulosa, la gente me saluda, me toma fotos. A veces de hombre no lo hacen, aunque algunos se acercan y me reconocen. Pero en definitiva me siento artista cuando hago de mujer, cuando estoy de hombre me siento una persona normal, común y corriente que trabaja, que va al mercado y que hace cosas como las demás personas”.
Aarona Baker, transformista por error
En la década de los 90 Aaron era asistente de Edith Piñero, artista principal de un antiguo local nocturno caraqueño. En el año 2000, Piñero decide hacer de Aaron un artista trasformista, para que ayudara a un fotógrafo con unas tarjetas de navidad: “Yo no me volví transformista, yo no lo decidí, lo decidieron por mí. Edith y yo teníamos un amigo en común que es fotógrafo, se llama Daniel Machado. Daniel quería para diciembre de 2000 regalar tarjetas navideñas pero con imágenes de transformistas, entonces Edith se volteó y le dijo te la tengo y bueno era yo. Eso fue un martes y ya el viernes estaba haciendo un show cómico. Yo nunca me había vestido de mujer por mi tamaño, por mi voz”, explica Aaron.
Para diferenciarse del resto de los transformistas venezolanos, Aaron decidió adoptar un nombre y un apellido, cosa que no se estila, puesto que en general se usan sólo apodos. Cada vez que se viste de mujer se transforma en Aarona Baker y ve en su personaje una profesión: “Comenzó como un hobby pero actualmente lo veo como profesión. Es profesión porque cuesta mucho llevar esta vida. Cuesta porque pierdes amistades; te quita mucho tiempo; gastas mucho dinero en vestuario, pelucas y maquillaje dentro de este mundo. Tienes que parecerte al personaje, quizá no físicamente pero el vestuario, los movimientos. Tienes que prepararte pero sí se puede”.
Kike, un transformista al que no le gusta vestirse de mujer
Luis Enrique Peñaranda es un transformista muy particular. Mientras muchos de sus compañeros disfrutan el vestirse como mujer para realizar espectáculos artísticos, a Peñaranda esto le fastidia: “Bueno en realidad a mí nunca me gustó vestirme de mujer, de hecho no me gusta. Sinceramente a mí vestirme de mujer me aburre. No sé como hacen ustedes las mujeres para vivir con tacones, pelo largo y maquillaje. Pero bueno empecé a vestirme de fea y de niñita y luego mejoré un poco los vestuarios y a la gente le gustó el cambio y dije ‘porqué no hacerlo más bonito y porqué no adoptar más la figura femenina’, y empecé a hacerlo”.
En definitiva el transformismo como aspecto puro de una expresión artística no tiene que ver necesariamente con un problema de identidad sexual ya que no determina ni la identidad ni la orientación sexual del artista.
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