Venciendo las sombras
A sus 21 años tiene el record de ser la única atleta paralímpica en Venezuela que ha conseguido una medalla de oro en unos juegos olímpicos especiales. Aunque sus ojos sólo le muestran sombras, ella siempre ha buscado la luz y es justamente su discapacidad visual lo que la ha empujado a alcanzar sus metas
Fabiana López Berra
Contactar a Naomi Soazo no es fácil. La joven caraqueña está muy ocupada y es que a sus escasos veintiún años, sus responsabilidades no son las de una chica cualquiera. Soazo es miembro de la Selección Nacional de Judo de Venezuela, estudia Ingeniería en Telecomunicaciones y está cursando una licenciatura en Educación a distancia.
El contacto con la medallista paralímpica se logra a través de a su papá, Humberto Soazo, quien también es su entrenador. Después de varios intentos, la entrevista se concreta. El lugar acordado es el Dojo de Judo de la Universidad Central de Venezuela, gimnasio en el que actualmente entrena Soazo, con miras a su participación, en 2011, en el Mundial de Judo —que se realizará en abril, en Turquía— y en los juegos Parapanamericanos —que se llevarán a cabo en octubre, en México—.
La judoca llega puntual a la cita. Pregunta: “¿Tú eres la periodista?” y ella misma se responde “Ah sí, sí eres. Ya te vi el carné de prensa”. Su figura no se ve tan imponente como cuando viste el judogi (uniforme de los practicantes de judo). Se ve más delgada sin él. Viste un jean azul, una franela manga larga color negro y unas zapatillas negras.
Aunque a simple vista parece una muchacha común y corriente, no lo es. Si se fijan bien, sus ojos se ocultan detrás de unos lentes que le permiten dejar de ver sombras. Los cristales de esos lentes son gruesos. Gracias a ellos, la miopía y el astigmatismo de Soazo ceden para que ella pueda distinguir los detalles de la realidad que la rodea. Observa a su alrededor y dice: “Aquí podemos hacer la entrevista tranquilas, no hay mucho ruido y puedo estar pendiente de cuando abran la puerta del gimnasio y me toque ir a entrenar”.
La frase anterior resume en gran medida su día a día. Sus entrenamientos, más que diversión, son una responsabilidad. Soazo se ejercita en las mañanas, dos horas y media; seis de los siete días de la semana cuando no se está preparando para alguna competencia. Cuando se acerca un torneo, la jornada de entrenamientos se duplica y le dedica al judo las mañanas y las tardes. Pero es ese ritmo de trabajo el que le permitió ganarse la medalla de oro en los Juegos Paralímpicos de Pekín, celebrados en el año 2008. Soazo explica que obtener la presea no fue una sorpresa para ella: “No fue algo inesperado. Lo deseaba, lo decreté, lo luché y lo logré. Yo sabía que lo podía hacer, lo sentía dentro de mí. Sabía que era mi momento, trabajé para ello toda mi vida”.
Y en efecto, el judo ha estado siempre presente en la vida de la judoca. Su papá, antes de ser entrenador, fue atleta. Posteriormente comenzó a impartir clases en el Parque Naciones Unidas y se llevaba a su hija a su trabajo. Soazo cuenta que la primera que vez que caminó estaba encima de un tatami —colchoneta sobre la que se practica este deporte—.
Aunque durante su niñez y su adolescencia se paseo por algunos otros deportes, su pasión por el judo fue más fuerte. En el año 2005 ingresó en la Escuela de talento Deportivo del Liceo Caracas y empieza a formar parte de la selección venezolana de Judo.
Resulta paradójico que una persona con una discapacidad visual escoja un deporte tan exigente físicamente. Sin embargo, para Soazo el judo era el deporte que menos dificultades le reportaba, puesto que era el único en el que tenía verdadero conocimiento y manejo de las técnicas y movimientos: “Mi discapacidad se agudiza a los 12 años y como ya yo tenía una buena base de judo, era el deporte que más se acoplaba a mí. Yo había vivido toda mi vida con el judo y se me hacía un poco más fácil. Además, en el judo no necesito ver porque es más que todo tacto y desplazamientos y ya son movimientos que automáticamente hago”.
Sin límites
En la familia Soazo Boccardo la discapacidad visual es la regla, no la excepción. Casi todos sus miembros han desarrollado problemas de visión, por lo que han aprendido a vivir con sus dificultades y afrontarlas sin despertar lástima. Ponerse límites no es una opción para los integrantes de la familia, ya que opinan que si ellos mismos se limitan, más rápido la sociedad les impondrá barreras. Soazo comenta que el estilo de vida que le dieron sus padres ha sido lo que la ha llevado a cosechar tantos éxitos: “En mi familia se ha impuesto la ley de que una limitación física no te limita para lograr tus metas. Y yo pienso que eso es cierto. Yo casi no veo y soy la única atleta paralímpica que ha conseguido una medalla de oro en unos juegos olímpicos especiales”.
Soazo reconoce que la vida de las personas con discapacidad en Venezuela es difícil porque la sociedad venezolana discrimina y excluye a las personas con discapacidad y el Estado —tanto gobiernos anteriores como el actual— no ha hecho grandes inversiones en infraestructura para este tipo de ciudadanos. Sin embargo, explica que ha habido un pequeño avance en materia deportiva ya que, actualmente, el gobierno le ha brindado apoyo a los deportistas discapacitados: “Todos los gastos de traslado y estadía son cubiertos. Si estamos fuera de nuestras ciudades de origen, nos habilitan una habitación. También tenemos un comedor en el IND (Instituto Nacional de Deportes) con desayuno, almuerzo y cena al que podemos ir todos los días del mundo. Además los que pertenecemos a la Selección Nacional tenemos una beca que es como un sueldo mensual”. Este tipo de apoyo es el que le ha permitido concentrarse en alcanzar sus metas sin preocuparse por el dinero que pueda o no faltar en su hogar.
Pero sus logros no se limitan sólo al ámbito deportivo. Actualmente está estudiando Ingeniería en Telecomunicaciones en la Universidad Nacional Experimental de las Fuerzas Armadas (Unefa) y está cursando una licenciatura a distancia en Educación Física, gracias a un proyecto que tienen el Ministerio de Deportes y el IND.
Próxima meta: Paralímpicos Londres 2012
Actualmente Soazo se está preparando para dos competiciones internacionales que se realizarán en 2011: los IV Juegos y Campeonatos del Mundo de la Federación Internacional de Deportes para Ciegos (que se realizará en Atalaya, Turquía, en abril) y los juegos Parapanamericanos (que se celebrarán en Guadalajara, México, en octubre).
Ambas competiciones son clasificatorias para los Juegos Paralímpicos Londres 2012, pero a la judoca criolla no le hace falta clasificar. Logró su clasificación a las olimpiadas especiales en marzo, al obtener la medalla de plata en la categoría de los 63 kilogramos del Campeonato del Mundo de Judo de la Federación Internacional de Deportes para Ciegos. Su meta para las venideras competiciones es reafirmar su clasificación: “Lo que tengo es que ratificar esa clasificación en estas dos competencias que se realizarán el año que viene, para estar tranquila y dedicarme más a la preparación para Londres. Los paralímpicos son mi verdadera meta a corto plazo”.
Las palabras de Soazo son reafirmadas por sus acciones. Cuando dice que su meta es trabajar con miras a los paralímpicos, su lenguaje corporal lo corrobora. No deja de mirar hacia la entrada del Dojo, está pendiente de que su entrenador le haga señas para que vaya a cambiarse y comience el entrenamiento del día. Esta mañana se diferencia de las demás en que es la primera vez que entrenará en la UCV. Regularmente practica en el Parque Naciones Unidas, ubicado en El Paraíso, pero actualmente este sitio fue habilitado como refugio y centro de acopio para los damnificados que han perdido sus bienes por las lluvias. Al respecto comenta: “Me parece maravilloso que la UCV nos abriera sus puertas, al igual que me parece muy bueno que el Parque Naciones Unidas reciba a esas personas que lamentablemente lo perdieron todo. Son venezolanos que necesitan ayuda”.
Continúa hablando de los damnificados. Su voz refleja una preocupación real por su país. Repite varias veces que Venezuela es el único sitio en el que le gustaría vivir, puesto que ningún otro lugar le brinda el calor humano que ella siente en su tierra y lamenta lo que están viviendo algunos compatriotas actualmente. Todo lo que tenga que ver con Venezuela a ella le preocupa. Durante el curso de la conversación mencionó varias veces lo que significaba para ella representar a su país, darle triunfos a una nación acostumbrada a los fracasos. Considera que sí se puede ser profeta en su tierra: “Cuando gané la medalla de oro pensé: ‘Estoy demostrando que Venezuela tiene talento de sobra, aunque muchas veces no nos damos cuenta que lo tenemos. Pero lo tenemos, y hoy que llegué a la meta estoy dejando el nombre de mi país en lo más alto en lo que podré dejarlo en mi vida’”.
Sin embargo no pretende conformarse con ese logro. Está decidida a seguir sirviendo a su país, tanto en el ámbito deportivo como en el área profesional. Sus prioridades a corto plazo están más orientadas al deporte que a sus estudios, pero afirma que por nada del mundo pretende dejar de lado sus estudios. A futuro espera ejercer como ingeniera y si es posible dar clases de judo a niños, para poner en práctica la licenciatura en Educación Física que tiene planeado terminar en cuatro años.
La esperada seña de su entrenador llega al fin. Soazo se despide y explica que debe cambiarse de ropa porque ya va a empezar el entrenamiento. Pide que espere para que vea su uniforme de la Selección y así aproveche de hacerle unas fotos con la indumentaria con la que se siente más venezolana. La periodista accede a su solicitud y espera.
Quince minutos después aparece la judoca imponente que la prensa ha mostrado en varias ocasiones. Con el uniforme puesto, Soazo deja de tener la candidez que ha mostrado durante todo el encuentro, para mostrar su lado más desafiante.
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